María Emilia Yáñez, mujer especial de Caridad
María Emilia Yañez lleva media vida vinculada a Cáritas. Fue nombrada directora, hace 23 años, y también fue la primera delegada episcopal que tuvo al entidad. Para ella su mayor felicidad es escuchar la llamada de Jesús y darse al prójimo.
Como sabemos, la palabra “caridad” procede del latín “caritas” y significa “virtud de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”. En este mes de junio se celebra el Corpus Christi, como fiesta que exalta por encima de todo el amor fraterno, la caridad. Y, leyendo la definición que de sí misma da M.ª Emilia, me viene a la cabeza el anagrama de Cáritas; como también sabéis son esos cuatro corazoncitos que confluyen y expresan la necesidad de poner en común esfuerzos y que parecen decir: “madre, abuela, católica y enamorada de Cristo. Y el resultado no puede ser otro: amor, afecto, estima a los demás.
Hace 23 años, María Emilia fue nombrada directora diocesana por D. Francisco Cases, obispo por entonces de nuestra diócesis. Cuando llegó D. Ciriaco Benavente, pasó a ser delegada episcopal hasta 2012 en que, por motivos familiares, presentó la dimisión a su cargo, mas nunca su disponibilidad a seguir trabajando en Cáritas Diocesana y Parroquial.
De abuelos, padres y maestros aprendió desde la infancia la generosidad en la entrega a los demás; pero la vida le haría que se sumergiese todavía más a partir de su trabajo con inmigrantes. Ver de cerca sus trayectorias vitales, sus dificultades, su desarraigo, en definitiva, su difícil lucha por la supervivencia fue la gota que colmó el vaso y M.ª Emilia aceptó de lleno su nombramiento como directora. Claro está que, a lo largo del camino, aparecían manos amigas que le ayudaron en esa entrega: D. José Carrión, D. César Tomás, Pilar Ferrándiz, José María Fuentes, Isabel Aranguren…y tantos otros que, con su ánimo y sobre todo con su testimonio, reforzaron los buenos cimientos que esta mujer ya tenía desde su nacimiento en un ambiente de “personas de Iglesia”.
Con toda esta trayectoria, M.ª Emilia notaba que estaba recibiendo con su entrega a los demás, mucho más de lo que aportaba. Cuando se unifican el amor y el trabajo por el prójimo con el afán de cada día como madre, como abuela, como cristiana comprometida, no se puede pensar más que en la presencia de un Espíritu superior; ese mismo Espíritu Santo que le hace ver cada día con más nitidez el agradecimiento profundo que le hemos de dar a Dios en todo momento y a pesar de las dificultades que entraña vivir.
M.ª Emilia les dice a los jóvenes desde este rinconcito, que tengan un solo momento de silencio en sus vidas para escuchar la llamada de Jesús y darse al prójimo: esa será su mayor fuente de felicidad y de satisfacción interior. Con esa dádiva al amor fraterno, no sólo encontrarán la paz que ha encontrado ella, sino que también se enriquecerán y recibirán mucho más de lo que puedan dar.
En este mes de junio, del amor fraterno por la celebración del Corpus Christi, tu testimonio de vida será aliento para muchos.
Gracias, María Emilia