Pentecostés17/05/2024

Ungidos por el Espíritu para servir a los pobres

Vicente Altaba Gargallo, Delegado Episcopal de Cáritas (2007-2018), reflexiona sobre las palabras de Jesús en dos momentos decisivos de su vida: Al comenzar su misión en la sinagoga de Nazaret y al despedirse de los suyos y anunciarles la venida del Espíritu.

Pentecostés es el misterio de la vida de Jesús que ilumina el origen y la misión de la Iglesia y de todos nosotros en la Iglesia. Con este motivo, al celebrar un año más la fiesta del Espíritu, invito a cuantos trabajamos en el servicio de la caridad a acoger con verdadero gozo y especial confianza algunas de las palabras de Jesús en dos momentos decisivos de su vida: Al comenzar su misión en la sinagoga de Nazaret y al despedirse de los suyos y anunciarles la venida del Espíritu.

1.- El Espíritu me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres

Tras ser bautizado en el Jordán, volvió Jesús a Galilea con la fuerza del Espíritu, entró en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y con un texto del profeta Isaías proclamó delante de todos su identidad y misión. Él es “el ungido” del Señor. Ungido y “enviado para evangelizar a los pobres, para dar a los cautivos la libertad y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc.4,16-19).

También nosotros hemos sido “ungidos por el Espíritu”. Esta es nuestra identidad más honda. Somos lo que somos porque el Espíritu nos ha ungido, nos ha consagrado y configurado con Jesús. El Espíritu nos ha ungido una vez en el bautismo, otra en la confirmación, a algunos una vez más en la ordenación sacerdotal y a otros una cuarta vez en el episcopado. Pero todos ungidos por el mismo Espíritu y con la misma misión: servir a los pobres y hacer presente en sus vidas la buena noticia de la presencia salvadora del Señor. Esta es la identidad y misión de todos los que trabajamos en Cáritas, el servicio organizado de la caridad de la Iglesia.

2.- Yo “estaré siempre con vosotros” (Jn. 14,14)

Al despedirse Jesús de los suyos les dice que les enviará su Espíritu y estará siempre con ellos. ¡Qué bien nos hacen estas palabras de Jesús…! ¡Cuánto las necesitamos…! El Señor está con nosotros por la presencia y acción del Espíritu. Aunque parezca que está ausente, aunque vivamos tiempos de eclipse cultural de Dios, aunque parezca que duerme o que está de brazos cruzados… El Señor está. Y está de manera activa, actuando en nosotros y a través de nosotros.

Este es un día para cultivar, alimentar y reavivar la certeza de que el Señor está presente y activo en este momento de la historia, en este momento del mundo, en este momento de la Iglesia, en este momento de nuestra vida e historia personal y social. El Señor, por su Espíritu, sigue vivo y siempre con nosotros.

3.- Pero no solo está a nuestro lado. “Haremos morada en él” (Jn. 15,23)

Somos morada de Dios por el Espíritu. Ser cristiano es estar habitado por el Espíritu del Señor. El Espíritu no es algo periférico a nuestra experiencia creyente. No es algo tangencial que nos afecta desde fuera. El Espíritu mora, habita en nosotros, en lo más hondo de nuestro ser y nos afecta en lo nuclear de nuestra existencia. Él nos configura en lo más íntimo de nuestro ser, nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro querer…

4.- De ahí que añada Jesús: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde” (Jn.14,27)

Si miramos solo desde la perspectiva de nuestros análisis humanos el momento sociocultural y eclesial que nos toca vivir, hay muchos motivos para la desilusión y el desencanto: Laicismo creciente, una antropología sin Dios y sin Cristo centrada solo en las posibilidades del hombre, pérdida del sentido de la fraternidad humana, creciente brecha entre ricos y pobres, falta de dinamismo evangelizador, oscurecimientos de la esperanza…

En este contexto nos dice el Señor: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Hoy, más que nunca, es tiempo para la esperanza. Justo cuando nos sentimos más inseguros e impotentes, descubrimos la esperanza que no se sustenta en nosotros mismos sino en la presencia y acción del Espíritu.

El Espíritu que nos ha ungido y enviado a ser buena noticia para los pobres está con nosotros, habita y actúa en nosotros. En él está nuestra esperanza y fortaleza. Con razón podemos decirnos: ¡Feliz día de Pentecostés! ¡Abramos confiadamente nuestra mente y nuestro corazón a su presencia!