La Verdad
Intuyo que para caminar hacia la Verdad, se requiere, además de la voluntad de dejarse hacer, una pequeña decisión más: Confiar.
Entre los valores que inspiran nuestras acciones, hoy toma protagonismo LA VERDAD.
Hace unos días Elsa y yo conversábamos cotidianamente sobre lo complicado que resultaba acercar algo sobre LA VERDAD a nuestra comunidad. Latía este tema de fondo en nuestra mente durante la Navidad. Esperábamos inspiración para poder compartir algo breve y sencillo.
Como la vida es tan mágica, una noche mi hija me habló sobre el popular juego de la infancia: “Verdad, atrevimiento o pozo”. Seguro que a muchos os resultará profundamente conocido. Para los que nunca habéis jugado, se trata de ir escogiendo cada una de esas palabras frente a tu grupo de amigos, e ir superando las pruebas que te proponen. Cuando era pequeña, tener que escoger entre una de esas duras pruebas se convertía en un calvario que deseaba pasase rápido. Sin duda, la más sencilla de sobrellevar para mí inicialmente era la Verdad. Tenía que enfrentarme a una o varias preguntas, pero me parecía sencillo en caso de apuros, esconderla o disimularla con mucha astucia.
En 2024 Cáritas promovió un curso en Madrid al que asistí. Una abadesa, que dinamizó una parte del curso, nos sumergió en varias meditaciones para ver el camino hacia la Verdad que se hace presente en nuestro corazón.
Afirmó con gran rotundidad que la inspiración, es decir, nuestra comunicación con Dios a través del Espíritu Santo, llegaba a través de nuestro corazón… Cada persona necesita de unos pasos y no otros, para recordad la Verdad de lo que Somos.
La propuesta fueron tres momentos de meditación, de 10, 20 y 30 minutos para invitarnos a sostener el sagrado encuentro con estoicismo.
Es complicado escucharnos sino existe hábito de silencio interior.
Muchos de los presentes, que con humildad compartieron testimonio, expusieron la dificultad que tuvieron para seguir el ritmo de introspección, pues su ruido mental gritaba más fuerte.
La abadesa, muy valiente, confesó ante un gran público que durante muchos años se había mantenido en la inercia de esconder, como hacía yo de pequeña en el juego, la inspiración que se revelaba en su corazón a causa del miedo. Esto le impedía seguir profundizando en el camino hacia la Verdad.
Es muy habitual que las personas queramos tener la soberanía de nuestras acciones por encima de la Voz que, gentilmente, nos insufla inspiración. Funcionamos por imposición, más que por inspiración. Elegimos cómo queremos que sea, para impedir dejarnos hacer.
Escuchar a la abadesa fue realmente una belleza. De algún modo, favoreció a los allí presentes el encuentro con los miedos que nos separan de una forma de ser y sentir más expansiva, esa que nos va abriendo vislumbres de la Verdad.
Nos sugirió hablar con Dios un ratito por las noches y presentarle el catálogo de pensamientos que nos abruman e impiden escuchar la llamada a seguir descubriendo nuestra Verdad.
Me percaté que, de forma espontánea, practico este diálogo a cualquier hora del día. Lo necesito más que comer. Con los años, se ha convertido en mi principal fuente de alimento, hablar y entregarle cada uno de mis pesados pensamientos para que me presente otra forma de verlos. En ocasiones me veo transitando mares de dudas imaginándome con Jesús de la mano. Me doy cuenta de cómo viejos modos de relacionarme con la vida se desvanecen para expandir, una vez más, mi capacidad de amar.
Intuyo que para caminar hacia la Verdad, se requiere, además de la voluntad de dejarse hacer, una pequeña decisión más: Confiar.
Confiar en que la llamada es una propuesta gentil que nos invita a movernos de la tibieza hacia la Vida.
A veces la llamada en el corazón es, sencillamente, atrevernos a dar un abrazo a alguna persona porque simplemente lo sentimos y, en vez de hacerlo y confiar en que nos es revelado para algo, lo tiramos por la borda…
¿Qué miedo, duda o misterio querríamos seguir sosteniendo si creyéramos que Somos Amor y que esa parece ser la única y sencilla Verdad que hemos de atrevernos a experimentar?