Mi voluntariado en Cáritas
Sin duda recomendaría a todos los jóvenes que, de la manera que ellos quieran o en el ámbito que más les llame la atención, aporten su granito de arena y se animen a ser voluntarios.
Hola, me llamo Celia, tengo 23 años y soy enfermera.
Nací en León, pero por motivos laborales actualmente resido en Gijón y eso ha hecho que comenzase a ser voluntaria de Cáritas.
Tras mi llegada en mayo de 2023 a Gijón para incorporarme a mi plaza como residente de la especialidad ¨familiar y comunitaria¨, decidí a finales de ese mismo año, indagar en el mundo del voluntariado, ya que siempre me había llamado la atención y veía que era una buena oportunidad para salir de mi zona de confort, aumentar mi crecimiento personal y sobre todo dedicar parte de mi tiempo libre a lo que más me llena que es ayudar a los demás.
Una vez tomé la decisión de comprometerme a hacer voluntariado, me surgieron muchas dudas, no sabía a quién acudir ni por dónde empezar, así que decidí preguntar en Cáritas, ya que es una organización muy conocida que parece compartir mis valores. Desde Cáritas me mostraron los diferentes servicios y ámbitos donde podía colaborar y me decanté por ¨el Llugarín¨, un centro de día en el cual niños y adolescentes encuentran un espacio para ser ellos mismos, compartir su día a día con los demás, mejorar su rendimiento académico y sobre todo divertirse.
Nunca me hubiera imaginado que mi primera toma de contacto con el voluntariado fuese ayudando a los jóvenes, ya que es una población difícil de abordar, y teniendo en cuenta que yo tampoco es que sea muy mayor, me veía incapaz de poder aportar algo beneficioso para ellos. Sin embargo, poco a poco vas cogiendo confianza, buscan un hueco en tu corazón y lo encuentran, te cuentan sus problemas o inquietudes y semana tras semana al llegar a casa te das cuenta que te han dado una lección de vida, que han roto los prejuicios que tú misma creaste y aprendes a ver más allá, poniéndote en la piel de aquellos que no tuvieron la suerte que tú tuviste, que no tuvieron el apoyo incondicional de una familia, que tampoco tuvieron tus privilegios socioeconómicos o incluso que no recibieron la misma
educación que tú, y no por eso merece menos la pena darles una y mil oportunidades para que se caigan y se vuelvan a levantar.
Sin duda recomendaría a todos los jóvenes que, de la manera que ellos quieran o en el ámbito que más les llame la atención, aporten su granito de arena y se animen a ser voluntarios.
Al final la vida es maravillosa, pero solo tenemos una, y qué mejor forma de aprovecharla que dejando huella en las personas que más lo necesitan, sin importar de donde vengan. Y eso lo podemos hacer con una simple sonrisa, un abrazo, jugando con ellos al balón prisionero o haciendo deberes de matemáticas.
Mil gracias a todas esas personitas que lunes tras lunes me transmiten su cariño llenando así mi corazón. Os quiero.