Acción social23/07/2024

El futuro al otro lado del océano

Conocemos los testimonios de personas que han venido a España buscando un porvenir para sus hijos desde Venezuela.

“En Venezuela no hay presente ni futuro para nuestros hijos. Por ellos hemos venido a España”. Así explica el matrimonio formado por Jesús Raad y María Eugenia López de Raad una de las razones –la más poderosa– que les han llevado a abandonar su país y arribar al nuestro con muchos sueños, pero sin ninguna promesa.

Un país en ruinas

Después de toda una vida trabajando como abogados en la fiscalía de Venezuela, Jesús fue despedido y María Eugenia, jubilada anticipadamente –“por no estar con el régimen”, aclara Jesús–. Con una pensión estatal de solo tres dólares al mes, una jubilación de 80 y una inflación por las nubes, ellos intentaron salir adelante por todos los medios. “Comenzamos a trabajar en una inmobiliaria, pero nadie compra; el 90 por ciento del suelo está en venta”, explica María Eugenia. “Es muy triste porque uno espera cierta tranquilidad después de una vida de trabajo, pero se encuentras con que el país está en ruinas y es imposible subsistir”, añade. 

Si a eso se le suma la inseguridad que sentían –“incluso han quemado edificios de la Universidad donde estudiaban mis hijos”, cuenta Jesús– y la soledad (toda su familia ha ido abandonando el país), el traslado a España era algo casi imperativo para el matrimonio.

María Eugenia, Jesús y sus dos hijos de 23 años recalaron en Toledo hace casi cuatro años, donde Maryoli Moreno y el resto del equipo de Cáritas Integra (el programa de Cáritas Diocesana de Toledo que acompaña a las personas migrantes en procesos de integración cultural, administrativa y documental-social-laboral) les acogió “con generosidad, cariño y entrega”, añade María Eugenia. “Hemos tenido un apoyo integral, extraordinario; y todavía siguen pendientes de nosotros”, apunta Jesús.

Y aunque ahora tienen una vivienda de alquiler y permiso de trabajo y de residencia por razones humanitarias, se sienten frustrados. “No conseguimos un empleo por nuestra edad [el esposo tiene 61 años, y la mujer, 68, una edad a la que en España no se suele trabajar], y nuestros hijos se ven obligados a mantenernos, por lo que han tenido que abandonar sus estudios para trabajar a tiempo completo”.