La unidad mundial frente a la pandemia
Mensaje de Pascua 2020 del Cardenal Tagle
Queridos amigos:
Mientras celebramos la Pascua 2020, finalmente el mundo está unido. Estamos unidos por el temor ante lo que el mañana nos deparará, por no saber si nuestras sociedades soportarán el impacto devastador de la pandemia de Coronavirus y si nosotros o nuestros familiares sobreviviremos a estos terribles momentos. Estamos en el huerto de Getsemaní con los discípulos y nuestra fe está siendo duramente azotada. Muchos de nosotros estamos sufriendo y nos vemos tentados a pensar que no tenemos a dónde recurrir, ya que la ciencia, nuestros gobiernos y los conocimientos que hemos desarrollado hasta este punto de la historia, no nos ofrecen ninguna solución.
La pandemia está agudizando aún más el sufrimiento de las personas vulnerables: migrantes y refugiados, ancianos, enfermos, pobres y desempleados. Exhortamos a nuestros gobiernos para que garanticen el acceso a la atención de salud y la protección social a todos, en particular a los más vulnerables. Recemos para que nuestros líderes estén a la altura del desafío de promover la unidad y la responsabilidad compartida en todos nuestros países.
En este momento histórico, frente a este punto de inflexión que está dejando nuestras vidas y sociedades en el caos, ¿podemos, todos y cada uno de nosotros, tener la franqueza y el coraje de decir: «yo solo no tengo la respuesta»? ¿Pueden nuestros gobiernos admitir que muchos de ellos se han equivocado cuando no permitieron a todos formar parte de la familia humana de una manera digna? ¿Pueden nuestras sociedades, por un segundo, dejar de lado la incertidumbre económica y mostrar que se preocupan por todos sin excepción?
Ante la pérdida, la inseguridad y el sufrimiento, algo increíble está sucediendo: estamos notando los lazos que forman nuestra familia humana. Vínculos que antes dábamos por sentados o ignorábamos. Como vivimos aislados, todos nos volvemos marginados y vulnerables, el sufrimiento global que estamos viendo nos ha hecho ver, de manera sorprendente, que necesitamos a otras personas y que otras personas también nos necesitan. Es como si la piedra que cubre la tumba se estuviera moviendo lentamente hacia atrás para permitir una luz de reconocimiento. Esta luz anuncia la Pascua y al Cristo resucitado.
Mientras tanto, cambios que habrían sido impensables hace tres meses, están sucediendo ahora realmente: la calidad del aire ha mejorado en varios países y, en otros, las zonas en guerra han llamado a un alto el fuego. Puede que estos cambios sean pasajeros, pero nos recuerdan que hay problemas humanos que son aparentemente irresolubles, pero no son imperecederos. Nos recuerdan que Jesús estuvo en el sepulcro por un breve tiempo, antes de resucitar a la vida eterna. La muerte no tiene la última palabra, cuando dejamos espacio a la esperanza.
Las organizaciones Cáritas se están enfrentando a esta emergencia mundial como confederación y trabajando en unidad, compartiendo lo que han aprendido en otros países y ofreciéndose una mano amiga. Una por una, las organizaciones Cáritas de todo el mundo se han activado para advertir, prevenir y cuidar a los afectados por el Coronavirus.
Mi más profundo agradecimiento a los empleados y voluntarios de Cáritas y a todos aquellos que están al lado de las personas que han caído enfermas o que son vulnerables y están aisladas, en medio de esta crisis. Siento una inmensa gratitud hacia todos aquellos que, con confianza, abren sus corazones y se entregan plenamente a llevar la luz del amor y la esperanza a la vida de las personas, en estos tiempos oscuros. El personal y los voluntarios de Cáritas y sus familias están en mis oraciones, mientras nuestras comunidades se enfrentan a este enorme reto.
«Caritas christi urget nos» – el amor de Cristo nos urge (2 Corintios 5,14). Ese amor, que vemos en pequeños y grandes gestos de esperanza y solidaridad, nos llama a un nuevo futuro y a una nueva forma de vida. El COVID-19 no conoce fronteras, pero tampoco las distinguen la fe, la esperanza y el amor.
La respuesta a esta crisis está en todos nosotros y en nuestra unidad. Mientras la población mundial se enfrenta a la Pascua, sin la posibilidad de la comunión física, sin la opción de poder celebrar la Eucaristía físicamente juntos, tenemos un tiempo de calma, en el que poder reflexionar profundamente sobre lo que el «Cuerpo de Cristo» significa para cada uno de nosotros. En la oscuridad de esta crisis, la luz de Cristo brillará. ¡Jesús ha resucitado de verdad! No volverá a morir. ¡Que Jesús resucite para la gente de todo el mundo, a través de nuestro amor!
Oremos por la serenidad de aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar aquello que sí podemos y la sabiduría para conocer la diferencia. Oremos para encontrar el significado más profundo de este desafío que afronta toda la humanidad y que nos llama a la fe y a la resurrección.
Les deseo a todos una Pascua de Resurrección llena de amor y paz.
Suyo en Cristo,
Cardenal Luis Antonio Gokim Tagle