Más allá de la DANA, un dolor que nos une al Sur
Los desastres como el de la DANA nos conectan profundamente con el sufrimiento de las comunidades más vulnerables del sur y con su lucha contra el cambio climático
Los desastres ambientales son una realidad para millones de personas en todo el mundo, en particular para los habitantes de las periferias existenciales.
Desplazados por motivos ambientales
Según el último informe anual del Internal Displacement Monitoring Center (IDMC), 26,4 millones de personas se vieron a abandonar su hogar por causa de inundaciones, tormentas y otros desastres en 2023, el tercer total anual más alto de los últimos diez años. 7,7 millones de personas fueron desplazadas por desastres ambientales a finales de 2023, la segunda cifra más alta desde que el IDMC comenzó a registrar este dato.
A medida que los fenómenos climáticos extremos se vuelven más frecuentes y severos, es previsible que el número de personas desplazadas por motivos ambientales continúe en aumento.
Apoyo a los afectados por la DANA
Hoy nos toca unirnos en un clamor único para apoyar a las personas afectadas por la DANA. Miles de personas han tenido que buscar refugio en otros lugares. Es una experiencia tristemente habitual en muchos países del Sur. Las personas que han perdido todo tras la DANA son también desplazadas internas atendiendo a los Principios Rectores de la ONU, aunque en el Norte no se suelan categorizar así.
El Papa ha enfatizado la necesidad de una respuesta compasiva y solidaria hacia aquellos que sufren las consecuencias del cambio climático. Los desastres y los dolores nos unen en nuestra respuesta fraterna a pesar de las fronteras y de la distancia. De hecho, tras la DANA, Cáritas de todos los continentes nos han expresado su apoyo y solidaridad en un ejercicio de cooperación fraterna.
En 2021 el Papa Francisco presentó las «Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos». En este documento se plantea el «rostro humano» de la crisis climática y nos proporciona un conjunto de herramientas para la planificación y el desarrollo de programas para las personas desplazadas por estos desastres. Fueron el resultado de una escucha a las Iglesias locales y a numerosas congregaciones que trabajan sobre el terreno, principalmente en zonas del Sur Global. En el día de hoy, estas orientaciones, pensadas en el Sur, nos sirven para orientar el trabajo en el Norte tras la DANA.
Unidos por el dolor
En definitiva, los desastres como el de la DANA nos recuerdan la fragilidad de nuestra existencia y nos conectan profundamente con el sufrimiento de las comunidades más vulnerables del Sur Global y con su lucha contra el cambio climático. Este sufrimiento compartido nos invita a reconocer que, aunque nuestras circunstancias puedan diferir, los fenómenos climáticos extremos son globales, van en aumento y nos exponen igualmente a la devastación y a la pérdida.
La compasión y la dimensión universal de la caridad son más que palabras; son nuestro latido como Iglesia, el latido de quienes nos negamos a permanecer indiferentes frente a dolores y desastres, sean cercanos o lejanos, el latido de quienes nos comprometemos a construir un futuro justo y sostenible donde cada vida cuente y cada voz sea escuchada.