Nadie sin hogar: un camino de esperanza, dignidad y encuentro
Más de un centenar de personas, entre ellas muchas en situación de sin hogar, han recorrido juntas el Camino de Santiago para alzar la voz por quienes siguen siendo invisibles. Bajo el lema “Nadie sin hogar”, esta peregrinación ha sido un canto a la dignidad, la resiliencia y la esperanza compartida.
En el marco de la campaña «Nadie sin Hogar», un grupo de 110 personas procedentes de 27 Cáritas Diocesanas de toda España —entre ellas, participantes en situación de sin hogar, voluntarios y técnicos— han recorrido juntas el Camino de Santiago durante los primeros días de abril. Esta peregrinación, dividida en tres rutas distintas, ha sido una experiencia transformadora de encuentro, visibilización y esperanza compartida.
Desde Cáritas Española nos unimos a esta iniciativa impulsada por la Estrategia Nacional del Sinhogarismo 2023-2030, y hoy queremos hacernos eco de las palabras de una de las participantes, nuestra compañera Eva San Martín, que resume con emoción y profundidad lo vivido en este singular Camino de esperanza.
Un grito en el Obradoiro: ¡Nadie sin hogar!
“Atrás quedan kilómetros de bella naturaleza, caminos pedregosos, monumentos con historia, pero también kilómetros de esfuerzo, superación, silencios, risas, compañía, encuentros…, en fin, kilómetros de mucha vida”.
Así reza la Compostela simbólica que los peregrinos de esperanza de este camino singular de personas sin hogar hemos recorrido los primeros días de abril. Arropados en todo momento por la Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela, las dificultades que cargan la mayor parte de estas personas en su día a día no han impedido que salieran a la luz las estrellas que llevan en su interior: resiliencia, constancia, amabilidad, sonrisas, servicio, cuidado, sensibilidad, fortaleza…
En esta experiencia todas hemos compartido la vida y el camino, y hemos disfrutado de la generosa hospitalidad de las Cáritas Parroquiales que nos acogieron. La cercanía en el dar pasos, compartir la mesa, el descanso y la reflexión, han convertido en sagrado este peregrinar. Y la magia del Camino se convirtió en oración que se elevó al cielo al entrar en la plaza del Obradoiro, aclamando al unísono como una letanía, “¡Nadie sin hogar, nadie sin hogar, nadie sin hogar!”.
Alli brotó la emoción de la llegada, abrazos, lágrimas y la satisfacción del reto superado, recordándonos los infinitos retos que convierten el día a día de todas las personas pobres y excluidas de nuestra sociedad que insistimos en dejar al margen. Todas estas maravillosas personas que siguen luchando por hacerse visibles, por ser escuchadas, por ser acompañadas en su necesidad imperiosa y urgente de materializar los derechos vitales y humanos que con tanta frivolidad les negamos tantas veces.
No ha sido un sueño, es un derecho vivir con la esperanza de que Dios habita en cada persona y que cuida de mil maneras a sus preferidos, los más pequeños y vulnerables. Así, hemos vuelto al lugar del que partimos: una casa, un centro sin hogar, una habitación compartida, una infravivienda, un coche… Hemos vuelto al día a día cargados de esperanza y muchos retos: perder el miedo para avanzar; trabajar en red y tejer comunidad para apoyarnos unos en los otros; formarnos mejor; expresar cercanía; reivindicar justicia y no quedarse pasivo; aprender a pedir ayuda.
Hemos vuelto con el corazón cambiado y con un canto en nuestros labios:
Y será de igual a igual o no será,
Porque el Reino de Dios
Dentro de nosotros está.
Di basta, di nadie sin hogar.