Cooperación internacional21/11/2022

Una oportunidad de hacer justicia climática

Los acuerdos alcanzados en la COP27 pueden ayudar a aquellos países que menos han contribuido a la crisis climática y más la están sufriendo.

Aunque resulte aún lejana y tan desconocida, África es la región más vulnerable al cambio del clima; también lo es porque los países africanos no son los únicos que controlan su destino climático.

La frecuencia de las sequías en el África subsahariana se triplicó entre 1970 y 2019. Sin embargo, el continente recibe anualmente menos de un tercio del presupuesto estimado como necesario para su adaptación climática, a pesar de poseer el mejor potencial solar del mundo y apenas algo más del 1% de la capacidad instalada; y eso sin olvidar el potencial de intercambio justo basado en sus reservas de recursos naturales, imprescindibles en la transición.

¿Tendrá repercusión la COP27?

Es por ello que la COP27 egipcia –clausurada el pasado sábado con un acuerdo in extremis alcanzado en la madrugada del domingo– será recordada como una gran oportunidad de resolver la controversia basada en la justicia climática hacia aquellos que menos han contribuido a la crisis climática y más la están sufriendo. De hecho, el acuerdo logrado en la Conferencia para la creación de un fondo económico de los daños y las pérdidas causadas por los efectos del cambio climático, y destinado a los países en desarrollo, va en esta línea.

El clima y los derechos humanos

Hay una relación profunda entre acción climática, derechos humanos y empoderamiento de la sociedad civil. Así, la expansión del desierto del Sahara, que creció un 10 en el siglo pasado y ahora lo hace a un ritmo de 48 kilómetros por año solo en Malí, está agravando la inseguridad alimentaria y la inestabilidad de la región. 

De hecho, mientras el derecho al desarrollo de los jóvenes subsaharianos cae en saco roto, se calcula que para 2050, el número total previsto de posibles migrantes climáticos internos podría ascender a 86 millones, el 4% de la población. El cambio climático podría empujar a millones de africanos más a la pobreza extrema y provocar una migración masiva.

Proteger la casa común

Frente a este trágico futuro, algunos analistas afirman que podrían crearse 9 millones de puestos de trabajo adicionales en el sector energético para 2030, mediante una transición africana a las energías renovables. Lo que concuerda en que trabajar en la agenda 2030 de Objetivos de Desarrollo Sostenible, es contribuir a que “nadie se quede atrás”, protegiendo a los más vulnerables, para un cambio energético y modelo de desarrollo adaptado a proteger nuestra casa común. La guerra en Ucrania es un ejemplo más de la fragilidad inherente al sistema energético aún basado en combustibles fósiles.

Podríamos imaginar que el fondo creado en la COP27, representa las inversiones mínimas necesarias que, unidas al apoyo y a las políticas adecuadas, podría convertirse en un motor de soluciones climáticas no sólo para África. Su importante potencial de generación solar y sus ecosistemas capaces de secuestrar cantidades significativas de carbono, hacen de este continente aún tan desconocido, una central energética verde.

Pensar en el planeta y el clima como un bien común, permitirá una actuación sobre el clima que transforme nuestras economías –en particular nuestros sistemas energéticos, invirtiendo en la red cero, la adaptación y la resiliencia– y restaure los daños al capital natural y a la biodiversidad.

Seguimos trabajando por la justicia climática y el desarrollo para todas las personas, estén donde estén; también en el Sahel.