Reconocer a los pobres como parte de nuestras vidas e instrumentos de salvación
Reflexión del delegado episcopal de Cáritas Española sobre el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de los Pobres.
En la Vª Jornada Mundial de los pobres, el papa Francisco nos recuerda unas palabras de Jesús, “A los pobres los tenéis siempre con vosotros” (Mc 14,7), para vivir esta realidad desde una actitud verdaderamente evangélica y evangelizadora.
Hay un vínculo inseparable entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio. Ellos “son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él”, por ello, “los pobres nos evangelizan”, porque nos permiten reconocer en sus vidas, sufrimientos e indigencia, “los rasgos más genuinos del rostro del Padre”
Sin embargo, es necesaria una verdadera conversión, que “consiste, en primer lugar, en abrir nuestro corazón para reconocer las múltiples expresiones de la pobreza”. Convertirnos a los pobres como “como lugar teológico” donde Cristo nos espera y desea que luchemos con ellos.
¿Qué caminos de justicia recorrer para superar las desigualdades sociales y restablecer la dignidad de tantas personas empobrecidas?
En primer lugar, salir a su encuentro, llegar hasta ellos, allí donde están, y “reconocerlos realmente”, para hacerlos “parte de nuestra vida e instrumentos de salvación”
Iniciar “procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos”, en reciprocidad, con solidaridad y compartiendo. Las personas empobrecidas no pueden ser solo las que reciben, tienen mucho que ofrecer porque les faltará de todo, pero conservan lo más importante, su dignidad de hijos de Dios.
Hoy se requiere un enfoque diferente de la pobreza. Esto es un reto para los Gobiernos y las instituciones mundiales porque si se les excluye “el concepto mismo de democracia se pone en crisis y toda política social se vuelve un fracaso”.
Desde esta perspectiva, “a los pobres los tenéis siempre con vosotros” adquiere el sentido de una verdadera oportunidad para hacer el bien y trabajar por el bien común. No se trata de aliviar la conciencia con una limosna, sino de hacer frente a la cultura del descarte y la indiferencia con nuevos signos de caridad, fraternidad y amistad social.