Migrantes con derechos
Acogemos e integramos a las personas migrantes para crear relaciones fluidas y enriquecedoras para todos y entre todos.
La llegada de personas migrantes a través de la frontera este europea constituye un inaceptable saldo en vidas y vulneración de derechos. No es solo una crisis de refugiados. Es resultado de políticas que olvidan que detrás de cada decisión de abandonar una casa, un trabajo y una vida, hay personas a las que proteger y garantizar sus Derechos Humanos.
Ante esta realidad, algunas entidades de la Iglesia española –Cáritas Española, la Comisión Episcopal de Migraciones, Justicia y Paz, CONFER y el Sector Social de la Compañía de Jesús– hemos respondido al reto de la migración formando una Red Intraeclesial y aprobando un marco común de trabajo que está fundamentado en la defensa de la dignidad y los derechos humanos y que tiene como objetivo ofrecer una respuesta coordinada de la Iglesia a la realidad de las migraciones; una realidad que se ha visto agudizada en los últimos meses con la aparición de nuevos escenarios en el territorio europeo, como la región de los Balcanes.
Con la iniciativa Migrantes con derechos, queremos acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y víctimas de trata, para que el miedo no se adueñe de nuestro corazón y se establezcan relaciones fluidas y enriquecedoras para todos y entre todos.
¿Qué pedimos a las autoridades?
- Un plan de acogida e integración que incida en el cambio de los estereotipos y en combatir los discursos racistas y xenófobos.
- Medidas que aborden las causas de las migraciones forzadas: fomentar la paz y los derechos humanos en los países de origen y de tránsito, contribuir a la erradicación de la pobreza aumentando la ayuda al desarrollo, luchar contra la trata de personas…
¿Qué podemos hacer nosotros?
- Como entidades de Iglesia y como siempre hemos hecho, seguiremos colaborando de manera subsidiaria con la red de apoyo estatal a los migrantes, y trabajando en la acogida y acompañamiento de quienes quedan fuera del sistema.
- Intentaremos compartir con la sociedad y la comunidad cristiana la convicción de que las migraciones son una oportunidad para el desarrollo de los pueblos.
Testimonio de Mame. “Europa quiere el pescado de Senegal, pero no a su gente”
Mame vino a España en 2013 desde Senegal para buscar trabajo y tener un futuro. Allí dejó a su madre y a sus hermanos. Después de una temporada en Málaga, como tantos migrantes, recaló en Mallorca. “Vendí en la calle, hacía trenzas… No fue nada fácil, pero ahora estoy bien. En Cáritas Mallorca me han ayudado a creer en mi misma y a formarme”, dice. Ahora está participando en un proyecto formativo, donde estudia y trabaja en el taller de reparación de juguetes y elaboración de material de papel.
Su ilusión es ser trabajadora social para ayudar a la gente. “Lo mismo que las personas de Cáritas me han apoyado tanto, yo querría hacerlo con los jóvenes senegaleses. Y quiero que la gente abra los ojos, que sepan lo que ocurre en el mundo”, añade Mame. Ella cuenta “lo mucho que le duele” el corazón cuando un senegalés muere en el mar o atravesando tantas fronteras para llegar a Europa. “Eso pasa porque no le dejan entrar; sin embargo, si un europeo quiere ir a Senegal puede hacerlo libremente, sin barreras, le recibimos con todo nuestro corazón. ¿Esto es normal? ¿Es justo? Las multinacionales extranjeras nos roban nuestro pescado. Ellos quieren alimentos de Senegal, pero no a su gente. Pero si no tenemos pescado, si no tenemos tierras, ¿cómo vamos a alimentarnos nosotros y a nuestras familias?” se pregunta. Pero a pesar de todo, venir a España le ha merecido la pena. Está estudiando y trabajando, y espera poder ayudar pronto a su familia. Aun así, quiere volver a su país algún día. “Es mi casa. ¿A quién le gusta dejar su casa y su familia? Quiero ver a mi madre y mis hermanos. Quiero morir allí. Algún día regresaré a Senegal”.
La historia de Asmala y su huida de Siria
Asmala era médico en Siria. Hace dos años dejó su trabajo, su hogar y su país, y se refugió en Turquía con su familia y la esperanza de que la guerra terminase pronto para volver a casa. Pero después de cinco años de un conflicto que no parece vislumbrar una solución cercana, Asmala ya no quiere desperdiciar su vida ni la de su familia; tampoco ponerles en peligro.
Ahora intenta llegar a Bélgica atravesando la ruta de los Balcanes con su esposa, sus tres hijos y su madre. El viaje, que comienza en los campos de refugiados de Turquía y continúa por Grecia, Macedonia, Serbia y Hungría, es peligroso, caro y sin muchas garantías de que finalice en algunos de los destinos soñados de la Unión Europea. Pero es un camino que –igual que el que atraviesa el mediterráneo hasta las costas de Italia o el que llega a España– han seguido cientos de miles de migrantes este año, procedentes, sobre todo, de Siria, Irak, Afganistán y África subsahariana.
Las personas migrantes se quedan en un “limbo legal” en los países de tránsito de esta ruta Balcánica, atrapados entre una docena de fronteras colapsadas o cerradas. No hay que olvidar que muchos ellos se han visto muy afectados por la crisis económica, y que tienen un contexto social de vulnerabilidad y pobreza, un presupuesto muy pequeño para políticas de migración y poca experiencia en medidas de integración.
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