05/03/2021

Perdemos un soldado, Dios gana un Alabardero

Ha corrido rápido este mes que ahora se cumple desde que «esa que llega tan silenciosa» recorrió los pasillos del Hospital Central de la Defensa para llamar a filas a nuestro querido arzobispo castrense, don Juan del Rio. Don Juan, como un soldado más —porque de corazón y de espíritu lo era— entregó su alma a Dios dentro de una institución militar, con todo lo que de honroso y humilde apareja.

Recuerdo de todos los guardias reales al cumplirse un mes del fallecimiento del arzobispo castrense, don Juan del Río

04/03/2021

  Ha corrido rápido este mes que ahora se cumple desde que «esa que llega tan silenciosa» recorrió los pasillos del Hospital Central de la Defensa para llamar a filas a nuestro querido arzobispo castrense, don Juan del Rio. Don Juan, como un soldado más —porque de corazón y de espíritu lo era— entregó su alma a Dios dentro de una institución militar, con todo lo que de honroso y humilde apareja.

   No haremos aquí glosa de la mayor parte de su trayectoria —ya la han hecho otros largamente—, un programa que él mismo recogió en una significativa declaración de intenciones al tiempo de hacerse con la sede castrense de España en el año 2008. Entonces, animó a todos a rezar para que pudiera convertirse «en un obispo bueno, sabio y santo», catálogo de virtudes que expresan por sí mismas su naturaleza sencilla y cercana, pues al tiempo de tomar el báculo episcopal de los militares españoles era ya un hombre cultísimo, formado en los centros docentes más prestigiosos y con un extenso currículum como profesor de varias generaciones. Queda su santidad a juicio de Dios, pero su bondad, que sí pudimos contrastar los que tuvimos la suerte de conocerle y tratarle, con certeza le puso en el mejor de los caminos.

    «Creativo y entregado», como le retrató el arzobispo de Sevilla y, sobre todo, alegre, caritativo y generador nato de buen ambiente, don Juan del Río llevaba muy dentro su condición de guardia real. Era uno de los nuestros. En su acceso a la cátedra, en la Iglesia del Santísimo Sacramento, los reales guardias alabarderos hicieron un pasillo de honor; imagen que, a buen seguro, lo acompañó durante todo su pontificado y que lo unió, ya de una manera especial, a nuestra unidad.

    No en vano, fue un gran impulsor de la revitalización de la Congregación del Santísimo Cristo de la Fe —Cristo de los Alabarderos— cuya imagen acoge la Catedral castrense. En este sentido, don Juan constituyó también un baluarte en lo que corresponde al impulso de un nuevo retablo para esta preciosa talla de la imaginería española, obra que pudo ver concluida hace pocos años. Toda esa simpatía y cariño a la Guardia Real le fue devuelta, en proporción muy pequeña, en la celebración de San Juan del año 2014 con su nombramiento como alabardero de honor.

    Su cuerpo se ha ido, pero sus enseñanzas, su ejemplo y su alegría permanecerán entre nosotros por años sin término. Buen viaje, don Juan.

Cap. D. Manuel fernandez del Hoyo – Jefe de Comunicación de la Guardia Real