«Ahora he podido levantar la cabeza, ser una persona y una mujer independiente y autónoma»
Josselyne, participante del programa de mujer de Cáritas, ha recuperado las fuerzas para tomar las riendas de su vida dejando atrás un pasado doloroso.
Ante la reciente celebración del Día Internacional de la Mujer, Josselyne, participante del programa de mujer “Juntas Avanzamos”, comparte su experiencia de superación. Llegó a Jerez hace más de cinco años procedente de Honduras, de donde salió a raíz de una difícil situación. Al llegar a Jerez, sin red familiar, llamó a la puerta de Cáritas, donde le tendieron la mano.
Actualmente, acude a los talleres de mujer de Cáritas parroquial de la Inmaculada y también ha participado en una formación de empleadas de hogar que imparte Cáritas Diocesana. Sus hijos también forman parte del programa de infancia, IMAGINA.
Hace cinco años y medio llegamos a España. A los 6 meses nos concedieron una primera residencia por asilo político. El proceso de adaptación al país fue muy difícil porque era una residencia temporal, lo que hacíamos era vivir de hotel en hotel. Mi pareja encontró trabajo rápido, pero todo se gastaba en el alojamiento. Y entonces llegó la pandemia, que lo complicó todo mucho más. Al principio, muchas veces no comíamos, mis hijos sobre todo, porque nosotros podíamos comer lo que fuera, pero los niños estaban acostumbrados a otro tipo de comida. Y claro, el proceso también de adaptación para ellos, los cambios de colegio, las palabras, los horarios, todo… El arrancarlos de la familia, de sus abuelos, ha sido muy duro para ellos y para mí también. Mi padre es lo último que me queda y fue muy difícil dejarlo, la verdad.
En esta situación, acudí a la acogida de Caritas parroquial de Corpus Christi y me apoyaron con alimentación, higiene, pago de suministros, alquiler… también me ofrecieron acudir a orientación laboral, pero al principio no podía porque tenía un niño muy pequeño, y no tenía aquí ni familia ni amistades, no conocíamos a nadie. Sin embargo, ahora sí he dado el paso, y he empezado una formación de “empleo doméstico y cuidado de personas mayores”. Además, ya en el curso de formación me hicieron saber que había talleres de ayuda a mujeres.
Gracias al programa de empleo, he obtenido mi permiso de residencia y trabajo. He podido levantar mi cabeza, ser persona, ser mujer, independiente y autónoma. Y es algo que agradezco muchísimo. Yo estaba medicada por la depresión, ahora esta independencia económica, este crecimiento, me ha dado fuerza y alas, había perdido la libertad económica y de todo tipo. Al tener un trabajo, ya puedes proveer para tus hijos, para la casa.
Porque al llegar a España, me he dado cuenta de que mi situación no estaba bien. Quizás en mi país no hay tanta información, pero cuando te informas, y sales de donde estás, ves que vives con la cabeza agachada, tomas conciencia de tu realidad, de lo que traes arrastrando… El hombre trabaja, la mujer tiene los hijos, la mujer limpia, la mujer cocina y no puede decir nada porque como el que pone el dinero es el hombre… El trabajo de la casa está desvalorado.
Además, tanto en el curso como en el grupo de mujer, he podido compartir con otras mujeres, con iguales, con personas que tienen a veces las mismas historias. Y esas personas te echan palante. Para mí, conocer a la persona que impartía el curso de Caritas, Chiqui, fue un antes y después. Me di cuenta de que lo que yo creía que estaba bien, no estaba. Al tratar a todas las chicas, somos nueve, y al escuchar sus casos, que eran similares a los míos también, me di cuenta de que mi vida no estaba bien.
En los talleres de Juntas Avanzamos, he encontrado un espacio muy agradable que sirve como terapia y para centrarme en mí. Me ha aportado mayor libertad y fuerza y creo que se hace un excelente trabajo. Hay muchas personas rescatadas, no soy la única. Son un gran apoyo para mí, Cáritas es una familia y siempre van a estar. Cuando tuve la depresión, que cosas como peinarme o lavarme los dientes me costaban, las compañeras del curso y las voluntarias me animaban a irme con ellas.
Lo que más valoro realmente es la empatía que tienen las personas que trabajan en Caritas. Porque te miran como una persona más, igual que ellas. No te miran de menos. No te juzgan. Es lo que más admiro. Y siempre están ahí. Siempre van a estar ahí. De las voluntarias me quedo con ese compromiso, la dedicación, el amor con el que te da las cosas, con el que te atienden, que te reciben. Como te digo, te ven por igual.
Y a las personas que están sufriendo como lo hice yo, quiero decirles que, si se sienten mal, que no se queden en casa. Que salgan. Que pidan ayuda. Que no están solas. Que si tienen un problema, que se lo cuenten a la gente cercana pero que si no tienen, vayan a Cáritas, porque es una excelente red de apoyo. Y que se puede, poco a poco, pero se puede. Y yo soy un ejemplo, no he salido del todo, pero sé que lo voy a hacer. Estoy en el camino correcto y con las personas correctas.