Yo soy Cáritas. Luciano, migrante: «el sueño de cualquier africano es tener una vida mejor»
La de Luciano no es la historia de alguien que abandona su país en busca de una mejor vida. Lo que a este hombre le trajo a Santander fue su salud. Tras un montón de consultas médicas en Guinea Ecuatorial y sin tener un diagnóstico certero, decidió venir a Santander, donde vivía una tía suya. Lo que iba a ser un viaje de ida y vuelta, 15 días para revisar su salud y regresar junto a su familia, se convirtió en una estancia sin fecha de regreso ante un diagnóstico “que no esperaba, la verdad. Tenía los riñones destrozados y necesitaba comenzar con la diálisis”.
Eso fue en noviembre de 2019. Tres meses después, la pandemia del COVID dejó a Luciano “más solo que nunca”, en una habitación alquilada, a miles de kilómetros de su mujer y sus cinco hijos: “estuve solo, en la más íntima soledad”, recuerda ahora.
Tres años tardó en volver a ver a su familia. “Yo soy religioso, me gustar ir a la iglesia y cantar en la parroquia. Iba a los Pasionistas, que estaba cerca de la habitación en la que vivía. Allí entré en contacto con Cáritas, conocí a un señor que comenzó a darme clases de piano y terminó avalándome para que pudiese alquilar una vivienda donde vivir con mi familia”. Desde entonces han pasado ya dos años.
Hoy Luciano no está solo. Sigue en tratamiento médico, pero tiene junto a él a su mujer y a sus hijos de 18, 15, 10, 7 y 4 años. Cada tarde, de lunes a jueves, los niños reciben apoyo educativo gracias al proyecto Luzes, de Cáritas Diocesana de Santander. “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo. Lo dijo Nelson Mandela y lo suscribo yo también”, explica este guineano que ya no se plantea regresar a su país. “El sueño de cualquier africano es tener una vida mejor. Yo he llegado aquí por mi enfermedad, pero vivir en España es como ganar a la lotería. Lo que nos planteamos ahora es buscar aquí nuestro futuro”.
De momento es su hermano quien, desde Guinea Ecuatorial, les envía cada mes dinero para que puedan mantenerse. “Somos dos hermanos y él me dice que, ya que a mí me ha tocado esta mala suerte con la salud, él hará frente a los gastos mientras pueda, como yo lo hice cuando él estudiaba”.
Desde que se mudó al piso que comparte con su familia, Luciano canta en el coro de los Salesianos, algo que le hace especial ilusión porque, en su país, él estudió en los Salesianos y, según explica, es el mejor lugar en el que nunca ha estado. Sus energías están ahora concentradas en recuperarse, mientras sueña con aprender a tocar el piano y disfruta de la compañía de su familia, a la que tanto echó de menos cuando estuvieron separados.